Hasta la década de 1960 las computadoras, debido a su tamaño, necesitaban de grandes infraestructuras y personal técnico para su instalación y mantenimiento. Estas computadoras, llamados también “mainframes”, eran administradas habitualmente en régimen de alquiler, y empleadas por instituciones públicas y privadas, para procesar enormes volúmenes de información, como por ejemplo el censo o los sistemas de reserva de aerolíneas. Es entonces cuando aparece el concepto de “minicomputador” como una versión reducida y más asequible para la mediana empresa. El impacto de este tipo de computadoras en la actividad empresarial fue enorme, ya que permitió reducir el tiempo necesario para procesar la información de semanas a unas pocas horas, mejorando los procesos de decisión y ahorrando costes.
Una opinión de consenso de la época establecía que una minicomputadora era “una máquina con capacidad de entrada/salida mediante teletipo o tarjetas perforadas, un mínimo de 4K posiciones de memoria, capaz de ejecutar programas de alto nivel (BASIC o FORTRAN) y de coste inferior a 25.000 dólares.” Este precio representaba el coste de una casa en aquel tiempo. Habitualmente la configuración de la entrada/salida consistía en una lectora de cintas o tarjetas perforadas y una impresora de líneas, amén de otros dispositivos externos como clasificadoras y perforadoras de tarjetas. La memoria principal se implementaba con núcleos de ferrita.
No hay acuerdo en cuál fue el primer computador de esta tipología. Distintas empresas desarrollaron esta clase de máquinas: los primeros computadores de CDC (Control Data Corporation) como el CDC-160 o los famosos PDP-8 y PDP-11 de DEC (Digital Equipment Corporation). Pero también hubo otras empresas como Data General o la menos conocida Wang Laboratories. La empresa IBM, líder entonces del mercado, presentó su System/3 en 1969, año en que el Apolo 11 llegó a la Luna, y mantuvo una interesante línea de productos (System/32, System/34, System/38, …) que culminó con el lanzamiento del IBM AS/400 casi veinte años después.
El IBM System/3 marcó un hito en el diseño de tarjetas perforadas, pues manejaba un nuevo formato más compacto y al mismo tiempo con más capacidad de almacenamiento. Podía tener hasta 32K posiciones de memoria y el precio de alquiler básico rondaba los 1.000 dólares al mes e incluía el servicio de actualización y mantenimiento. Los elementos auxiliares como clasificadoras y programas se alquilaban por separado. En torno al computador, ubicado en una sala especialmente diseñada para él, se desplegaba un amplio abanico de personas y profesiones: el operador de mantenimiento, que lo encendía durante el día y lo apagaba por la noche, el analista que diseñaba el sistema completo de gestión de la información para la empresa, el programador que escribía el código más específico y lo adaptaba a plantillas para que, finalmente, la perforista (solían ser mujeres) lo trasladase a tarjetas perforadas. El modo de operación consistía en un programa que, cíclicamente, leía datos codificados en un conjunto de tarjetas y los procesaba para obtener algún tipo de resumen, el cual se imprimía en la salida (impresora o perforadora de tarjetas).
Este modo de procesamiento también incluía la compilación de programas. Así, usar el compilador del lenguaje RPG II del IBM System/3 suponía distintas etapas. Primero, el compilador, seguido del programa fuente, se cargaban en el sistema a partir de tarjetas: el resultado era un programa “objeto” que se perforaba en un nuevo lote de tarjetas. El proceso se repetía en una segunda fase: el compilador procesaba este programa objeto y obtenía un lote de tarjetas con el programa ejecutable. Finalmente, para ejecutar este último programa, debía introducirse de nuevo en el computador seguido, ahora sí, del lote de tarjetas con los datos. El tiempo necesario para realizar esta tarea para un programa de tamaño medio y con ausencia de errores era de una hora.
El ocaso de los minicomputadores se debió a varios factores: la aparición de microprocesadores y memorias semiconductoras de bajo coste, la disponibilidad de sistemas operativos como Unix y de redes de área local de fácil instalación, pero también el deseo de los usuarios de abandonar la dependencia de fabricantes poco flexibles. Como resultado, a finales de 1980 los usuarios fueron sustituyendo los minicomputadores por otros sistemas informáticos basados en estaciones de trabajo o “workstations” interconectadas, servidores de ficheros y ordenadores personales.